miércoles, noviembre 05, 2008

El mercado como criterio estético


En el desbordamiento actual de objetos de arte, de reconstrucciones, de construcciones de museos, en la multiplicació n de objetos coleccionables, yace el síntoma de la crisis artística del arte contemporáneo, o sea una crisis de la cultura en general. Explosión de exposiciones en Occidente (las colas delante de los museos sustituyen las colas delante de las carnicerías de Moscú), de las ventas en subastas, de los precios de cuadros, parece que el Mercado del Arte haya sido contagiado por una fiebre sin precedentes: aceleración, extensión, mundializació n, las OPA’s (Oferta Pública de Compra) sobre tal o cual estilo, tal o cual artista y las puestas en escena publicitarias equilibran el mercado de los valores Mobiliarios y están interconectadas con los valores bursátiles.Si no se tratase de objetos a los cuales la tradición occidental atribuye la cualidad de ‘objetos de arte’, estaríamos tentados de creer que el ‘Down Jones’ de las subastas públicas se ha convertido en el único criterio que permite determinar el valor estético de las obras plásticas.El número de galerías se multiplica y un paseo por los barrios reformados de París, Bruselas, Munich, Berlín, Zurich, New York o Londres nos hace descubrir que éstas son cada vez más numerosas. Ingenieros, altos funcionarios, profesores, mandos superiores de multinacionales, comerciantes que hasta hace algunos años manifestaban el más tenaz conformismo estético y no tenían ninguna relación con el arte contemporáneo salvo para burlarse de él, ahora van comprandolo a sabiendas de que así invierten su dinero mediante la sinergía de la moda y de la especulación en Arte, que componen una escena junto a sus personajes más emblemáticos: ahorro en impuestos, multinacionales necesitadas de hacer mecenazgo artístico, las vedettes del cine y del espectáculo aprovechando la ocasión para hacerse notar, los periodistas aduladores de todos los poderes, el consejo de los políticos en la misma ‘onda’, los especuladores y ejecutivos en búsqueda de respetabilidad, los conservadores y críticos de los museos, los propietarios de galerías y los intelectuales cargados de cargos públicos.Los Museos del arte contemporáneo se han convertido en el lugar donde la élite de una nueva Sociedad liberal y mercantil se rinde al culto de un nuevo Becerro de Oro: el Mercado del Arte. Pero todo esto no es más que el efecto, la consecuencia de algo mucho más esencial, algo que un sociologismo necio y simple se esfuerza en hacernos creer que es sólo un juego de ‘moda y distinción’ de los nuevos ricos, mientras que su verdadera dimensión, la complejidad del fenómeno, las relaciones contrastadas del arte moderno con los movimientos políticos e ideológicos, sus relaciones con los importantes grupos financieros, queda oculto para darnos muchas sorpresas.A escala del mundo Occidental la cultura se ha convertido en un asunto de Estado, de los medios de difusión de masas y de poderosas Fundaciones financieras capitalistas, que engendran una alianza inédita entre Museos, una nueva generación de críticos de arte y grandes coleccionistas, que han desmoronado de arriba abajo el mercado del Arte: Juntos determinan el valor de los artistas, de los estilos del momento, en un juego que se asemeja más a la promoción de la moda que al enfrentamiento entre escuelas estéticas.A pesar de las cantidades inauditas de dinero puestas en juego, queda una diferencia esencial entre esta especulación y la de los mercados de valores financieros: las inversiones gigantescas dedicadas a la compra de obras de arte (y a menudo para sus puestas en escena y propaganda) ya no permiten que además se rinda justicia a las obras por su auténtico valor.La conjunción entre las estrategias financieras puestas en marcha por poderosas cadenas de galerías de arte, aliadas con grandes coleccionistas y directores de los grandes museos y fundaciones, junto con la extensión totalizadora de la cultura como algo político y económico, hace que se hayan establecido nuevas relaciones humanas en este tema: se acabaron las luchas encarnizadas, brutales, entre grupos de artistas defensores de tendencias distintas, donde se mezclaban temas de ética y de política. Una sociedad rígida manda en el mercado del Arte y exige que cada uno sepa que los precios deben crecer sin cesar para asegurar beneficios. Por ello una propaganda enorme, sin precedentes, en todos los medios de información, preside las subastas, como si los precios alcanzados por las obras fueran el principal problema y preocupación de la gente, pero también como si se deseara afianzar en las conciencias una nueva moralidad de especulación y legitimar un valor financiero, sacando valor a los argumentos estéticos no cuantificables (la calidad de las obras, por ejemplo).Pero si el valor estético hace de un objeto plástico una obra inestimables, ningún valor monetario puede proporcionar la equivalencia. Hace falta por tanto extraer las consecuencias y admitir que sólo el dinero determina el valor de los hombres y de las cosas en esta sociedad.
FUENTE : thule-Europa
I:.P:.H:.LUIS F. LEON PIZARRO 33ª-95ª
GRAN LOGIA OCCIDENTAL DEL PERU

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