miércoles, septiembre 24, 2008

Otra mas

Sentido Común


Somos testigos, hoy por hoy, de repetidas imágenes concernientes a nuestra vida social y política, escuchando cosas ya oídas, observando otras ya vistas, y experimentando sensaciones inquietantemente conocidas.

Podríamos incansablemente, en tal sentido, puntualizar en las circunstancias que hoy nos llaman, cuanto menos, a reflexionar; aunque honestamente, no creo sea el ejercicio de la momentánea reacción orientada a una particular coyuntura, la cuestión de fondo; o por caso, cuántas veces hemos oído hablar ya del campo: retenciones y distribución de la riqueza; de la manipulación, cuando no censura en el desempeño de los medios de comunicación; de la corrupción estructural; de la violencia política; de la fragmentación social, etc.

Sabido es que el hombre se halla inmerso en una realidad, que no es otra que la realidad social, cuya estructura política se denomina Estado, al que llamó Thomas Hobbes “Leviatán”, una bestia de la mitología bíblica que a todos domina y que, a su vez, no podría justificarse civilizadamente sino en la teoría sustancial de aquella idealización: el contrato social de Rousseau; por el que contratamos la cesión de la libertad al Estado no sin dictarle a él nuestras reglas, nuestras leyes, las que nos devuelven la libertad cedida, ganando así la libertad civil y la propiedad de aquello que poseemos.



Aquí entonces hemos llegado los seres humanos; al grado de evolución en que somos capaces de organizar nuestra vida social agrupándonos no ya en manadas, tribus o clanes; sino en estados, en sociedades política y jurídicamente organizadas, con los aciertos y equívocos originarios; con el natural instinto de supervivencia y superación que nos hace evolucionar, abrirnos paso en el devenir mismo de la vida personal y social en que forjamos todo principio de identidad, lo cual no implica otra cosa que ser idéntico a sí mismo, aunque inevitablemente ligados al contexto que nos referencia e identifica, pues en el mundo del “uno mismo” no sabemos, finalmente, dónde encontrarnos, ni para qué existimos.

Sabemos que conformamos un cuerpo social, un estado y formalmente una nación. Nación la nuestra que, como cualquier otra, carga históricamente con sus aciertos y errores originarios; convertidos por repetición y aceptación de los mismos, en virtudes y vicios de la conducta social. En esa rememoración; conocemos los argentinos el génesis, desarrollo y colapso de nuestros antiguos vicios: el engaño, el aprovechamiento mezquino del prójimo, la intencional disgregación social fundamentada en supuestos altos ideales, los que, comúnmente y más temprano que tarde, en nada se relacionan con el desparpajo y descaro de sus ocasionales y mercenarios voceros; alternándose los mismos en cíclicos períodos disolutorios de toda búsqueda de identidad social, en procesos mal comprendidos como liberales, o bien en la reeditación de reciclados populismos; pero todos ellos con un férreo factor común: el otro sobra, el otro molesta, el otro es un gorila, un oligarca, un golpista, un populista, comunista, fascista, un cabecita negra o un maldito blanco pudiente (categoría ésta, recientemente agregada a la lista de nuestra verborrágica insensatez).





Hemos conocido ya, a lo largo de nuestra historia, la experiencia trágica de la intolerancia, de la demencia de todo el abanico ideológico justificado en “históricas banderas”. Como tampoco nos son ajenas las consecuencias de la indolencia política, la indiferencia social y el injustificable simplismo, vulgaridad y violencia en el mero análisis reduccionista que de nuestra historia y presente comúnmente hacemos. Veamos en qué nos estamos convirtiendo en éste, nuestro tiempo; una sociedad con hombres y mujeres de gran valía, que convive en silencio y sin amparo en el reino de la mala educación, del vivillo parido por la partidocracia, del patoterismo logístico y el latrocinio perenne.

Ahora bien; si sabemos cual es el génesis, el desarrollo y el colapso de nuestra estupidez endémica, reiterada casi como designio divino: A qué jugar ese juego nuevamente. Cómo puede sostenerse hoy la desunión social como herramienta política funcional a un orden determinado. Por qué no se aprende. Cuáles son los principios con que fundamentamos nuestros lazos de unión a dos años del bicentenario de nuestra historia como Nación. Pero ante y, más allá de todo, que tenemos que decir nosotros al respecto y como conciliamos aquello que afirmamos con nuestro proceder puertas afuera, puertas adentro. Así, y a modo de ocurrencia, si les parece QQ:. HH:., me parece oportuno, cuando no necesario, rememorar, o bien comprender la importancia y significado del coherente proceder de nuestra parte, pues nuestros principios son altos, pero en modo alguno lo seremos nosotros por el sólo hecho de la mera y enfática proclamación de los mismos. Tenemos por todo ello QQ:. HH:., mucho por hacer puertas afuera, puertas adentro...





Fernando Rey.
M:. M:.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No tengo mas que decir que es una exelente plancha.