lunes, febrero 24, 2014

Gracias Fer427! EL 18 / 07 / 2013, EN EL MARCO DEL XI CONGRESO DEL ESCOCISMO ARGENTINO EL DR. SANTIAGO KOVADLOFF BRINDÓ UNA CONFERENCIA EN LA SEDE DE LA MASONERIA ARGENTINA La alegría de estar esta noche aquí, proviene del hecho de que estar aquí significa encontrarse con principios de convivencia, que son fundamentales donde importa la libertad. Es entonces la alegría de la gratitud, del reconocimiento, y del auto reconocimiento. No es la satisfacción de un logro consumado, es la satisfacción de la tarea emprendida. Si se quiere más aún, es la satisfacción profunda de saber que lo indispensable es liberarse de la ilusión de que uno ha llegado. Nada es más riesgoso para un individuo y para una comunidad, también del ser, que la presunción de que se ha realizado. Nada es más nefasto que creerse realizado. El animal tiene la característica distintiva de su idiosincrasia que es la de irresponsabilidad personal. El animal está inscripto en los mandatos de la biología y se deja ser, respondiendo a los imperativos que esa condición biológica le impone. Jamás despliega actos responsables, porque todas sus decisiones están previamente fijadas en su propia estructura biológica. Es, para decirlo en un solo término, un ausente. En términos de responsabilidad el animal está ausente. No es nuestro caso, nuestra ausencia proviene siempre de la declinación del acto de responsabilidad que debemos llevar a cabo. Ese acto de declinación de la responsabilidad de construirnos, es el acto de declinación del rasgo distintivo de lo que significa ser humano. Ser humano, creo yo, quiere decir no poder terminar de ser: somos tarea. Y somos tarea porque nuestra responsabilidad primordial es construir incesantemente valores. El animal no habita la cultura, sino la naturaleza, porque no habita el escenario de los valores. Nosotros podemos caer en el escenario de la naturaleza mediante la perversión de los valores. El hombre no está a salvo de la naturaleza, no sólo porque biológicamente ella también lo inscribe en un nacimiento, un desarrollo y una muerte, sino fundamentalmente porque así como la libertad le otorga al hombre la posibilidad de construirse como tarea, también la libertad lo aterra. Los totalitarismos son la capitalización del miedo a la libertad, y el éxito de los totalitarismos proviene de las dificultades morales que genera la asunción de la libertad como tarea. ¿Cual es el rasgo distintivo del pensamiento totalitario? La posibilidad de declinar el uno mismo de la responsabilidad de construir significados para otorgarle a algún otro, a alguien que presuntamente estaría dotado para ello a diferencia de nosotros, la responsabilidad de crear significados a los que nos debemos someter. La fascinación del pensamiento totalitario proviene del hecho de no tener la responsabilidad de pensar. Pensar es siempre una actividad infrecuente. Abusamos del término. Yo pienso que es infrecuente pensar porque normalmente nosotros operamos con ideas ya producidas añadiéndole la primera persona del singular y el verbo en la primera persona del singular. Pero pensar es infrecuente porque significa hacerse cargo crítica y auto críticamente del significado proposicional de las palabras. “¡Oíd mortales el grito sagrado, libertad, libertad, ... libertad!” Cuando éramos pequeños repetíamos esta palabras con la impunidad propia de quien no tenía responsabilidad interpretativa. “Sean eternos los laureles que supimos conseguir.” Han pasado algunos años y las palabras queman. Pronunciarlas exige un acto de presentificación del espíritu si es que vamos a decirlas. ¿Donde está el Himno? ¿Detrás de nosotros o por venir? ¿Qué estamos cantando? ¿Lo que ya se dijo o lo que aún no se ha hecho carne? Si esta disyuntiva es verdadera, si esta disyuntiva es verdadera, entonces al cantar como lo hemos hecho esta noche, nos estamos convocando a un trabajo. De lo contrario ha sido encantador pronunciar estas palabras, y las seguiremos repitiendo con la impunidad de la ausencia de espíritu crítico. De no ser así, lo que hoy hemos oído y cantado aquí es un proyecto de trabajo. Cada uno de nosotros sabrá que hará con lo que está fijo en su memoria pero acaso no suficientemente vivo o encarnado en su espíritu. Hoy es 18 de julio. Hace 19 años volaba por el aire un trozo de la Argentina llamado AMIA, y volaban 85 argentinos asesinados por el desprecio a la libertad. ¿Qué significa recordar eso? ¿Que significa sostener en la memoria eso? Entiendo que significa lo mismo que entonar el Himno Nacional: es tarea. La memoria no evoca, la memoria señala una tarea que debe ser realizada. Cuando la memoria se limita a evocar el pasado es lo concluido. Cuando la memoria no evoca y connota el sentido de una tarea a ser emprendida entonces recordar es señalar una deuda. El no esclarecimiento de lo ocurrido en la Argentina despedazada de hace 19 años, el hecho de que la República se encuentre hoy afectada de incertidumbre en cuanto a su desarrollo y porvenir. El hecho que la noción de ciudadanía este atrapada por un lado en el consumismo y por otro en el prebendarismo, son tareas, no hechos consumados. Si de veras debemos aprender a pensar, tenemos que otorgarle a la memoria un significado distinto del que implica traer al presente lo ya sucedido para advertir que lo que traemos al presente es el emprendimiento de un trabajo fundamental que es la construcción de ciudadanía. No estemos seguros de ser ciudadanos. Estemos persuadidos de que es imprescindible serlo, pero no estemos seguros de que lo somos. Porque la ciudadanía no puede terminar de entenderse como trabajo, como tarea, como proyecto. El rasgo distintivo de una democracia republicana es que está asentada sobre una convicción fundamental: La sospecha. Una democracia republicana es un régimen de sospecha. Consta de tres poderes, cada uno de los cuales tiene una doble tarea: desplegar sus rasgos propios e impedir que lo otros dos desborden sus límites para convertirse en poderes absolutos. ¿Y por qué digo que es un régimen de sospecha? Porque la democracia republicana en lugar de descansar sobre la presunción de que el hombre es bueno, descansa sobre la condición de que el hombre debe ser mejor, y que para mejorar debe ser consciente de que una de sus pasiones secretas es desbordar la ley, maniatarla y ponerla al servicio de su poder. Parte la democracia republicana de la íntima convicción de que ser libres es simultáneamente fascinante y temible. Que los tres poderes deben existir en una interrelación de interdependencia, de independencia y de desconfianza solidaria. No podríamos vivir sin un poder legislativo, uno judicial y un ejecutivo en una democracia republicana. Pero, ¿hasta donde el legislativo quiere serlo?, ¿ hasta donde el judicial quiere serlo? , y hasta donde el ejecutivo está dispuesto a ser solo ejecutivo? La ley advierte a los tres poderes de que su lucha intrínseca es entre lo que debe hacer y lo que no debe hacer. Lo que no debe hacer es monopolizar la totalidad del poder, porque allí donde las instituciones del estado quedan absorbidas por uno o una de ellas, allí donde el poder se reduce al monopolio por parte de una sola de esas instituciones de la realidad republicana, allí la ley ha desaparecido. Si esto ocurre es porque hay una sociedad que está dispuesta a que ocurra. Si esto ocurre es porque las raíces de la conciencia constitucional de una república son frágiles. Podemos hablar de individuos que lo intentan, podemos hablar de grupos que lo intentan , pero es una cultura cívica la que anémica en la posibilidad de comprender los principios republicanos, tolera y promueve la desaparición de la equidad. ¿Dónde está el Himno?, preguntaba, ¿antes o después de nosotros? Y la memoria de AMIA, ¿antes o después de nosotros? Y Alberdi, ¿dónde está Alberdi? ¿Es un autor del siglo XIX o es un autor del siglo XXI? eventualmente de fines del siglo XXI. Lo que Alberdi propuso, ¿se hizo carne entre nosotros? ¿qué quiere decir que lo hemos leído? ...Leído. ¿Qué quiere decir leer? Un hombre culto no es un hombre que sabe muchas cosas, es un hombre que habita lo leído. No es un erudito. Es un hombre que ha transformado cada palabra que leyó en parte de su cuerpo. No se jacta de lo que sabe, es consciente de lo que no. ¿Podemos fundar una república allí donde nuestra constitución nacional es por el momento la obra de un hombre que nos aguarda en el porvenir? ¿Somos predecesores o sucesores de Alberdi? Entiendo yo que aún somos predecesores. Nos falta para ser contemporáneos de Alberdi la consciencia plena de que el riesgo fundamental que pesa sobre nuestro país es el del anonimato espiritual, es decir, la resolución puramente formal de sus problemas sin que sus habitantes se conviertan en ciudadanos libres por obra del conocimiento, por obra de la consciencia crítica y por obra de la infinita solidaridad con sus semejantes. ¿Es Argentina una nación o es un conglomerado en pugna por romper con su fragmentación o alentarla? ¿En qué momento está? ¿En el siglo XXI o en el siglo XIX? Nuestros liderazgos políticos, nuestras figuras protagónicas ¿son hombres y mujeres contemporáneos? ¿pertenecen al presente?. Y nosotros, ¿somos hombres y mujeres del presente? porque una cosa es ser coetáneos de una época y otra contemporáneos. Sin duda alguna, hemos nacido en el siglo XX, por lo menos la gran mayoría de los que aquí estamos. Pero eso no es un mérito personal, es el resultado afortunado de una noche de encuentro entre dos seres que no fuimos nosotros. Somos, cronológicamente hablando, habitantes del siglo XX que han proyectado su existencia a principios del siglo XXI. ¿Pero qué es ser contemporáneo? Ser contemporáneo, entiendo yo, es haber hecho de los dilemas de nuestro tiempo, la materia prima de la construcción de nuestra educación y de nuestra identidad. Es altamente difícil llegar a ser contemporáneo, es decir, a comprender plenamente cuáles son los problemas de nuestro tiempo que nos atañen, que nos caracterizan, que debemos enfrentar para tratar de ganar protagonismo en la resolución de los desafíos de nuestro tiempo. Mientras la educación no aspire a promover hombres y mujeres contemporáneos, es decir, capaces de discernir los problemas de nuestro tiempo, sólo será una distracción, o el instrumento para promover demagogia y sometimiento. Creo yo que si no caracterizamos debidamente los problemas que le infunden a nuestro tiempo rasgos de contemporaneidad, de singularidad, de especificidad corremos el riesgo de perdernos en la mera actualidad. La actualidad es ese aluvión informativo que nos tiene distraídos de un día a otro día en una infinita secuencia de presuntas novedades, que no nos permiten pensar estructuralmente lo que leemos, lo que vemos, lo que oímos, lo que sucede. Estamos ávidos de novedades, porque la novedad distrae, la novedad brinda la ilusión de estar enterado. Uno cree que, recaudando información de último momento habita el presente y uno no habita el presente cuando acumula información de último momento, porque la información de último momento no cesa. Es un aplazamiento perpetuo de la posibilidad de pensar; empezamos a educarnos en el momento en que atravesamos la información como un intento de entender cuáles son las líneas estructurales que la producen y que la orientan. Aprendemos a pensar cuando transformamos la actualidad en presente. ¿En qué difiere la actualidad del presente? La actualidad, como digo, es aluvional en esa provisión incesante de información; el presente es la estructura de un momento dado, sus características vertebradoras, aquello que difunde singularidad a una época. Entiendo yo que el presente de nuestro tiempo es lo primero que intenta destruir la demagogia política para sumergirnos en el aluvión informativo de la última noticia y acumular un hecho sobre otro para que no podamos pensar. Las novedades son la herramienta demagógica del autoritarismo, generar hechos y hechos y hechos, que nos distraen ante la posibilidad de pensar los hechos. La barbarie no reviste en el presente, la forma del galope de un salvaje sobre un caballo desenfrenado que invade la capital romana; hoy la barbarie es más sutil en su formas, se viste con cierta elegancia, puede hablar dos o tres idiomas, puede incluso tener idoneidad en su desempeño profesional. Lo que permite reconocerla es su intolerancia al pluralismo, es decir la dificultad que tiene para aceptar que el pensamiento no tiene dueño y que no hay verdades definitivas ni que nadie tiene el monopolio de lo cierto. El rasgo distintivo de la barbarie es el desprecio del pluralismo, el desprecio de la ley y la presunción de que hay figuras providenciales dotadas de un don de comprensión superior a los sus conciudadanos. Eso es la barbarie hoy. Se deja ver incluso con un montón de actividades, adora al sujeto, es muy coloquial, tutea, se tutea con Dios, se tutea con sus semejantes. Dice YO con una frecuencia inquietante. Ejerce la expresión para administrar el silencio de los demás y propone sus hipótesis como certezas inamovibles. Desprecia el diálogo y esconde ese desprecio detrás de una cortesía gestual que indicaría calidez, cercanía. Pertenecemos a un tiempo que adora la simultaneidad y la inmediatez. Las formas de adicción practicadas en una época determinada varían con respecto a otras, pero no decaen. Hoy en un aeropuerto ya no vemos gente que fume, tweetea. Son formas de idolatría a los objetos que permiten saciar la ansiedad que genera la espera. No tenemos paciencia. Porque no podemos habitar nuestra intimidad reflexivamente, sin [...] distraernos. La mala política vive de la rentabilidad de estas almas desesperadas por distracción, inmediatez y certeza. La buena política habita en cambio, el espacio de la reflexión, promueve el valor del tiempo, aspira al mediano y al largo plazo, alienta el debate, valora la disidencia de ideas y, por sobre todo, sacraliza la palabra, como el espacio indispensable de la convivencia. No es que no abunden los egresados de las universidades, siempre los hubo, los hay y los seguirá habiendo. Cada uno de nosotros proviene de algún centro académico, tiene un título. ¿Pero somos hombres y mujeres educados? La educación no la garantiza el conocimiento de la ingeniería, ni de la literatura, ni de la psicología. Conocer música no significa ser educado. La afición a la pintura tampoco demuestra educación. Eso se llama idoneidad profesional. Un farmacéutico ejerce su desempeño, le encanta lo que hace y es un especialista. Lo que excede el campo de la especialización, bueno, es un repertorio de cosas que están bastante alejadas de lo que uno puede acceder. De todos modos uno no tiene tiempo para todo. Tampoco el curso general de nuestro país puede ser objeto de una atención muy detenida, porque la competencia profesional exige que nos dediquemos de lleno a lo nuestro, a fin de poder estar en el mercado de trabajo con cierto grado de eficacia. Así solemos ser y la mayoría de nosotros hasta ignora que es así. Pero los malos políticos lo saben. Entonces conciben la política como aquello de lo que ellos se harán cargo. Administrarán el país allí donde la mayoría de nosotros está ocupada en lo suyo, dedicada a su profesión. Ellos dirán ¡Síganme¡ y los seguiremos, y los seguiremos, uno está en lo suyo, y convertiremos la política en una actividad circunstancial desempeñada a la hora de las elecciones y nos guiaremos en la elección de los eventuales dirigentes por el aspecto que tengan, lo bien que se expresen, la contundencia con que manifiesten sus ideas. No nos preguntaremos demasiado si representan partidos en crisis, una desorientación general de la cultura cívica en el marco de una civilización donde el mundo financiero ha devorado a la política. Estamos en esto del mejor modo que podemos y mientras tanto el pensamiento totalitario lleva adelante su gestión administrativa. Y un día vienen a golpearnos la puerta para decirnos a que tenemos derecho y a que no. No tenemos derecho a lo que la ley impone, tenemos derecho al que el poder determina. Se nos dirá adonde podemos ir, adonde no, con que, cuando, que podemos expresar y que no podemos expresar, se nos explicará quienes somos. “Oid mortales el grito sagrado, libertad, libertad, libertad” Si el pasado como deuda es olvidado, no tenemos porvenir. Si el presente se reduce a la actualidad, declinamos las responsabilidades de ser personas. Si el porvenir no es aquello que constituye el repertorio de ideales que traemos al presente para ejecutarlos, realizarlos y desplegarlos hoy no tenemos dignidad. No se trata de realizar lo posible, se trata de emprender lo imprescindible, se trata de entender que el riesgo más alto que nos amenaza es esta gradual declinación de nuestro sentido de la dignidad, del don de la convivencia, de la comprensión de la cultura y del conocimiento, no como idoneidad especializada sino como saber de la interdependencia entre las partes que constituyen la conciencia crítica de una nación. Tendremos universidades verdaderamente, el día que volvamos a entender que quiere decir Uni­‑versidad: Integración orquestal de las partes del saber en un conjunto cosmovisional que aliente que nuestra practica especifica la conciencia de esa interdependencia y de ese espíritu de conjunto sin el cual cada uno de nosotros estaría en una miserable mismidad. No se trata de ser optimistas, el optimismo es una versión menor de la fe, porque el optimismo al igual que el pesimismo consiste en creer que las cosas van a cambiar, o que no van a cambiar nunca. Yo creo que van a cambiar soy optimista, creo que no van a cambiar soy pesimista. Son formas muy menores. Se trata de saber si podemos ser esperanzados. La esperanza nace de la consciencia de los matices que en el presente, nos indican, nos señalan, insinúan, que hay recursos y energía para el cambio. Aptitudes, y corrientes de voluntad puestas en juego para impedir que la monotonía del pensamiento totalitario devore la educación y la política y la sociedad. Advertir esas energías es saber por dónde pasa el repertorio del recurso que pueden llevar a una muy gradual e indispensable transformación, que exige en primer término liberarnos de esa presunción delirante que consiste en creer que lo que hay que lograr está tan lejos que nosotros no lo vamos a ver. ¿¡Cómo no lo vamos a ver!? Nosotros no hemos nacido para ver lo que tenemos que llegar a conquistar, hemos nacido para emprender la tarea de buscar. Esto no lo digo yo, esto lo dice el General Belgrano. El General Belgrano estaba persuadido de que la tarea que había que emprender era la de ir transformando un repertorio de hombres que se enfrentara al totalitarismo monárquico de España en hombres capaces de entender qué limitaciones eran las que les impedirían llevar a cabo la construcción de una nación. El ideal de la nación estaba por aquel entonces en la cabeza de ocho o nueve hombres. Ocho o nueve hombres… La mayoría de quienes combatían contra el absolutismo monárquico español lo hacían por razones mucho más concretas e inmediatas: escapar a la explotación, tener derecho a hacer negocios con libertad. No estaban pensando en una nación. El ideal de la nación era un ideal abstracto en la mayoría de quienes habrían de ser argentinos. No era el caso de Belgrano. Belgrano, San Martín, eran hombres que provenían del futuro hacia su presente… porque provenían de sus sueños. Lo querían hacer realidad. No provenían del pasado. No querían que el pasado reinara en el presente. Querían que el porvenir reinara en el presente. Entonces venían paridos por sus ideales. Traían al presente la pujanza propia de sus sueños. Y la adversidad les parecía lógica. ¿¡Cómo no habrían de enfrentar la adversidad si lo que se proponían era nuevo!? Lo nuevo es riesgoso porque requiere temple para soportar y habitar y defender su valor allí donde la inmensa mayoría podría creer que no tiene sentido. Termino relatándoles algo que me parece fundamental como fuente de la que nutrir al espíritu esperanzado. Cuando a comienzos del siglo XIX el General Güemes logró con sus paisanos expulsar a los godos de Salta, le escribió a su amigo el General Belgrano, una carta que decía así: “Mi querido General y Hermano, debo decirle con satisfacción que con la paisanada hemos expulsado a los Godos de Salta, pero no consigo que la paisanada me vaya a pelear a Tucumán porque dicen que Salta ya es libre”. Belgrano le respondió escuetamente: “Mi querido General y Hermano, me convence a la paisanada de que Salta queda en Tucumán”. ¿Palabras de 1813? ¿ Tarea para el año 2013? ¿Palabras del pasado? ¿Tarea para el porvenir? Nosotros decidiremos si Belgrano nos legó una tarea o simplemente diciendo lo que dijo se condenó al olvido. Muchas gracias.

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